Ariel Levinas

 

ISBN 978-987-05-7316-6

Edición del autor

Buenos Aires, 2009.

120 páginas; 22 x 34 cm.

 

Ya hacia 1840, sólo un par de años después de conocerse oficialmente su invención, la fotografía comenzó a formar parte del equipaje de muchos viajeros. Las imágenes que se obtenían con el nuevo medio empezaron a reemplazar, con grandes ventajas, a los testimonios de los antiguos cronistas y dibujantes. La idea de registro a través de la cámara –y no de recreación por medio de las habilidades manuales del artista– instaló en la sociedad el concepto de documento, de elemento que sirve para dar testimonio de la existencia de una realidad. y luego, pasado un tiempo, para recordarla.

 

Ariel Levinas es un viajero incansable, y desde hace tiempo cedió a la tentación de realizar tomas que documenten sus travesías por el mundo. Su interés por las imágenes hizo que cambiaran los motivos y las prioridades a la hora de planear sus itinerarios. La fotografía se transformó en el medio expresivo que le permitía canalizar sus inquietudes estéticas, pero también en una poderosa herramienta del conocimiento. Siguiendo la línea de los grandes ensayos humanistas de la posguerra, Levinas se ha mantenido al margen de las modas y tendencias que predominan en el mercado del arte. Ha preferido trabajar en una aproximación a las culturas y geografías lejanas sin abandonar el carácter docu mental que tiene, desde sus orígenes, la reproducción fotográfica. utiliza, entonces, todos los avances de la tecnología digital para la obtención de una representación directa, tanto en blanco y negro –donde parece sentirse más cómodo– como en color. Esta postura estética lo lleva a evitar retoques o manipulaciones que puedan modificar sustancialmente los contenidos de las imágenes.

 

Etiopía surgió del trabajo realizado durante un periplo de algo más de un mes por ese país ubicado en el cuerno oriental del continente africano. Atravesando su amplia geografía, Levinas tomó contacto con las diferentes tribus y comunidades de la región. Como en muchos de sus trabajos, la fotografía se convirtió en un buen motivo para relacionarse y conocer a personas de orígenes muy diversos. Su abordaje tiene una mirada franca y directa, nada rebuscada, se detiene en sus fisonomías, sus expresiones y sus costumbres. Registra las escenas fugaces con rapidez y oportunismo, buscando ese “momento decisivo”, pero también se detiene para conseguir la complicidad del modelo en el retrato o elegir el punto de toma oportuno que realce el paisaje. Sin asumir el rigor del antropólogo, propone un acercamiento espontáneo y respetuoso, tratando de eludir, en todo momento, los clichés y el lugar común de las postales turísticas.

 

Juan Travnik

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